Esta es Nuestra Fe

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Por Eddie Perez  ¿Cómo podemos tener esperanza en medio de la pandemia del COVID-19? Cuando...

Nuestra Iglesia Domestica

Hechos para la unión

Por Mario y Paola Martinez

 Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Les deseo paz y bienestar. La Iglesia Católica en los Estados Unidos celebra en octubre el Mes del Respeto a la Vida, una oportunidad para reflexionar más a fondo sobre el don de la vida y la dignidad de toda persona humana, desde el principio hasta el final de su vida, y en cada etapa intermedia. El tema que se escogió para este año refleja el mensaje de nuestro camino de esperanza en este Año Jubilar y nos llama a ver la Vida como nuestro signo de esperanza. 
 
En la bula papal que convocó este Año Jubilar (Spes non confundit), + el Papa Francisco nos invitó a reconocer los «signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios». El Papa señala ocho signos de esperanza: el deseo de paz, un entusiasmo por la vida y la disposición para compartirla, esperanza para los que viven en condiciones de penuria, esperanza para los enfermos y sus cuidadores, los jóvenes, los migrantes, los ancianos y los pobres. Nuestro difunto Santo Padre quiso que prestáramos atención a estas realidades y a quienes las viven, como personas especialmente necesitadas de nuestra reflexión y nuestras oraciones. En estas situaciones, nosotros, como personas de fe, debemos llevar esperanza, lo que él describió como «deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana».
 
La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el tríptico de las virtudes teologales que expresan la esencia de la vida cristiana. La esperanza es lo que indica la dirección y la finalidad de la vida de los creyentes y la virtud por la cual aspiramos a la vida eterna. El Papa Francisco nos recordó que, en el Concilio Vaticano II, la esperanza se definió como un fundamento divino y que la falta de esperanza en la vida eterna despoja a las personas de su dignidad, lo cual se puede ver en los muchos enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor. «La esperanza cristiana consiste precisamente en esto: ante la muerte, donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada en el Bautismo, la vida no termina, sino que se transforma», manifestó el Papa Francisco. En esto encontramos nuestra esperanza. En la vida, no solo la vida que se nos da en este mundo, sino la promesa de esa vida eterna en la gloria de Dios.
 
En este Mes del Respeto a la Vida, llevemos esperanza a los más indefensos en nuestras comunidades, especialmente a quienes viven constantemente en la desesperación y han perdido la esperanza y el entusiasmo por la vida. Transmitamos la gracia y la misericordia de un Dios amoroso que transforma todo nuestro ser y quiere que vivamos a plenitud. Ojalá aprendamos a proteger y defender la dignidad de todo ser humano, del niño en el vientre materno a la madre que necesita acompañamiento y apoyo y la familia que enfrenta la cruel realidad de la deportación. Quiera Dios que llevemos paz y consuelo a quienes sufren de una enfermedad grave o se acercan al final de sus días. Y que todos nosotros nunca dejemos de anhelar la felicidad que solo se encuentra en lo único que puede darnos plenitud: el amor. Como dijo el Papa León XIV: «La verdadera alegría nace de la espera habitada, de la fe paciente, de la esperanza que cuanto ha vivido en el amor, ciertamente, resurgirá a la vida eterna».
 
Su servidor en el amor de Cristo,
Obispo Alberto Rojas                           
Obispo de la Diócesis de San Bernardino