Por Obispo Alberto Rojas

Queridos hermanos y hermanas,

Paz y bienestar para ustedes y sus familias. Nos acercamos otra vez al Tiempo de Cuaresma, empezando con la celebración del Miércoles de Ceniza. Así comenzamos los 40 días en los que somos llamados, como Iglesia, al arrepentimiento de nuestros pecados y a la conversión de corazón, para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo en la Semana Santa.

La práctica de la Ceniza viene desde el Antiguo Testamento, desde antes de que Cristo fundara la Iglesia Católica. La gente recibía la Ceniza en la cabeza, y a veces en todo el cuerpo, como una señal del arrepentimiento de nuestros pecados y la conversión de nuestros corazones. Nosotros ahora, la recibimos en la frente o en la cabeza con la misma intención: el arrepentimiento de nuestros pecados y la conversión. La Ceniza se hace quemando las palmas benditas que recibimos el Domingo de Ramos el año anterior, y luego es bendecida con agua bendita por un Sacerdote o Diácono.

La recepción de la Ceniza no es una obligación, pero si es una bonita y profunda tradición que no excluye a nadie en la práctica de nuestra fe. Sin embargo, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo obliga el ayuno y la abstinencia para todos los Católicos mayores de 18 años y menores de 60. La abstinencia de comer carne obliga desde los 14 años todos los Viernes de Cuaresma. Obviamente, si alguien está enfermo y bajo serios cuidados médicos, nada de esto sería obligatorio.

Los 40 días de la Cuaresma reflejan el tiempo que Cristo pasó en el desierto, orando y ayunando en preparación al comienzo de su Misión Salvadora. El número 40 es usado muchas veces en la Biblia desde el Antiguo Testamento, como algo simbólico de un tiempo de plenitud para que algo suceda. Así tenemos los 40 días del diluvio, los 40 años del pueblo de Israel por el desierto, y los 40 días de Moisés en el Monte Sinaí antes de recibir las tablas de los diez mandamientos.

Durante la Cuaresma, la Iglesia nos invita a practicar el ayuno, la oración y las obras de caridad, como pequeños sacrificios que nos ayudan a vivir mejor la espiritualidad de esos días, en preparación a las celebraciones de la Pasión, Muerte, y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Queridos amigos, unámonos pues, en estas tres prácticas cuaresmales y preparémonos para celebrar la vida nueva de la Resurrección en el amor de Cristo resucitado, nuestro Señor y Salvador. Paz y bendiciones para todos.