23 de junio de 2025

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:


Les deseo paz y bienestar en estos cálidos días de verano. Les escribo de nuevo sobre el doloroso y difícil tema de la inmigración. Hemos visto un cambio y un aumento en los operativos en contra de inmigrantes en nuestra región y específicamente en nuestra diócesis. Las autoridades apresan ahora a hermanos y hermanas de forma indiscriminada, sin respetar su derecho al debido proceso ni su dignidad como hijos de Dios. A nuestras comunidades inmigrantes que sufren el trauma y la injusticia de estas tácticas les reitero que su Iglesia está con ustedes y los apoya. Junto con ustedes, llevamos a cuestas el peso de esta terrible cruz.


Si bien respetamos y valoramos el derecho que tienen las fuerzas del orden de proteger a nuestras comunidades de los delincuentes violentos, ahora vemos que los agentes detienen a personas al salir de su hogar, en su lugar de trabajo y en otros lugares públicos escogidos al azar. Hemos tenido al menos un caso en que los agentes de inmigración ingresaron a un predio parroquial y detuvieron a varios. No debe sorprendernos que esta situación genere un gran temor, confusión y angustia en muchos. Esto no es lo que nos enseña el Evangelio de Jesucristo que guía nuestro proceder.


Pido a todos los líderes políticos y a quienes toman decisiones que reconsideren y cesen inmediatamente estas tácticas, en favor de un planteamiento que respete los derechos humanos y la dignidad humana y conlleve a una reforma más amplia y duradera a nuestro sistema de inmigración.


Muchos salen a las calles para expresar su oposición a las actuales tácticas de las autoridades migratorias. Es su derecho constitucional, y hago un llamado a todos los manifestantes a que actúen sin vulgaridad, violencia en contra de otros ni daños a la propiedad. La decisión de desplegar tropas de la Guardia Nacional federal y efectivos militares a los lugares en que se dan las manifestaciones ha intensificado aún más la tensión en torno al tema. Por ahora, esto solo parece aumentar la ira y el miedo a la violencia en las calles.


Nuestro difunto Santo Padre, +Papa Francisco, me dijo una vez que su mayor temor era la división. De hecho, es doloroso ver tanta discordia entre el pueblo de Dios en estos momentos. Esto no es lo que Dios quiere para nosotros. Recordemos, más bien, lo que todos compartimos: el haber sido creados a su imagen y semejanza. Veamos a Dios en el hermano.


En este Año Jubilar, los católicos seguimos siendo llamados a llevar la esperanza de Cristo en el corazón y a compartirla con el mundo. Sabemos que esta esperanza es un antídoto contra el conflicto y el sufrimiento en nuestras comunidades. Roguemos para que esta esperanza prevalezca sobre esta división y que venga a nosotros el Reino de Dios.


Gracias y que Dios los bendiga.


Obispo Alberto Rojas