Maria CovarrubiasPor Maria G. Covarrubias 

Al estarme preparando para hacer mi caminata de fin de semana, pensé en leer mi reflexión diaria de Cuaresma antes de salir de casa para tener algo que reflexionar mientras caminaba. Pero, luego decidí permitir al Espíritu Santo hablarme sin tener una agenda, así que deje mi casa lista a escuchar a Dios. El viento soplaba fuerte y frio. Un cielo claro y azul servía de marco para los árboles y las casas. Empecé a poner atención a los árboles. Muchos se encuentran retoñando mostrando unas flores hermosas de diferentes colores. Desde lejos, algunos parecen dormidos, pero al acercarme pude percatarme de botones que están a punto de abrirse. ¡Toda la creación está viva! 

Al seguir observando, vinieron memorias de las lecturas que escuche en las últimas semanas durante la Misa del libro del Génesis que narra como Dios creo todas las cosas. “Y vio Dios que todo era bueno”. Entonces Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. “Y creo Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios los creo. Macho y hembra los creo. Dios los bendijo diciéndoles: “Sean fecundos multiplíquense, llenen la tierra y sométanla.”(Génesis 1:24, 26-28) 

Es obvio que Dios se sentía complacido con su creación. Él tenía un gran plan para la humanidad. Un plan de vida sumergido su amor inmenso y profundo. ¿Por qué este hombre y esta mujer no lo entendieron? Después, Génesis nos narra como Adán y Eva rompieron la alianza con Dios y a través de su desobediencia abrieron la puerta del pecado, trayendo muerte y sufrimiento a toda la humanidad. Dios nos da la libertad de escoger y nuestros primeros padres escogieron muerte y una cadena de pecado comenzó. (Génesis 3-4) 

En otra lectura Génesis describe, “Dios vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que todos sus pensamientos tendían siempre al mal. Se arrepintió, pues de haber creado al hombre y muy a su pesar dijo: “Exterminare de la tierra a los hombres que he creado, me pesa haberlos creado.” “Noé sin embargo, se había ganado el cariño de Dios”. La fidelidad de Noé da a la humanidad una nueva oportunidad. ¡Ahora sabemos que el Salvador definitivo es Jesús quien dio su vida por nosotros y restauro el plan de salvación! 

Al regresar de mi caminata, note que mi propio árbol de cerezas tiene la mitad de las ramas llenas de retoños y el resto parecen secas. Esto es lo mismo con el mundo, algunas personas están conectadas con el tronco “Jesucristo” y su fe florece y da buenos frutos. Pero, ¿qué con esos hermanos y hermanas quienes viven sus vidas desconectados de Dios y de la Iglesia? ¿Cómo pueden ellos entender la importancia de estar conectados con el Cuerpo de Jesucristo? ¿Y cuál es nuestra responsabilidad es esto? 

El Catecismo de la Iglesia Católica dice, “El deseo de Dios está inscrito en el Corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia el, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar”. (CCC No. 27) 

¡Somos creados por Dios y para Dios! La cuaresma es una oportunidad maravillosa para hacer un inventario de nuestras prioridades, para reconectarnos con Dios, nuestra fe y la Iglesia. Esta oportunidad es para todos. Jesús extiende hacia nosotros un corazón lleno de compasión y misericordia. Él quiere restaurar nuestras vidas a través de la gracia del Espíritu Santo. Él desea que encontremos la verdad y la dicha. ¿Aceptarás esta invitación y tomarás parte en este encuentro? ¡Dios está buscándote hoy! ¡Esfuérzate por tener la mejor cuaresma! 


  • María G. Covarrubias es la Directora de la Oficina del Ministerio para la Catequesis de la Diócesis de San Bernardino.