Reflexiones

 Estamos en el mes de Acción de Gracias, un día festivo que nos llama a hacer una pausa y reflexionar sobre todo lo que Dios nos ha dado, un día para compartir una comida que simboliza su generosidad. Sabemos que esta observancia se remonta a la época de los peregrinos y los nativos que habitaron juntos lo que pasaría a ser los Estados Unidos de América.

 Vivimos en un tiempo que parece oscuro, sintiendo con frecuencia incertidumbre y miedo. La violencia, la discriminación y el dolor ocurre a nuestro alrededor y está afectándonos directamente y a muchos de nuestros hermanos y hermanas. En ocasiones nos sentimos perdidos y desanimados porque nos sentimos impotentes ante tanto mal y creemos que la oscuridad nunca se va a acabar. Nos preocupamos de los hermanos que corren más peligro de perder la esperanza y caer en la desesperación. Estamos en espera de algo o alguien que nos salve de tanta acción negativa que va en contra de la dignidad de la persona humana. ¡Es evidente que necesitamos esperanza!

 Los próximo doce meses serán un año como ningún otro en la reciente memoria de nuestra Diócesis. Será un tiempo de conclusiones, de nuevos comienzos y, para mí, un tiempo de transición.
 El próximo junio, cuando yo cumpla 75 años, entregaré al Santo Padre mi carta de resignación como el Obispo de San Bernardino. Esto es un requisito de la ley de la Iglesia.

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