Por Petra Alexander


En el marco de las celebraciones del memorial de César Chávez, cabe recordar que si bien César se ha levantado como una figura ética de los derechos de los trabajadores del campo, numerosas mujeres se unieron a su lucha por un reconocimiento expresado en salario, justicia y derechos.


En el estado de California, antes de la pandemia, la estadística reflejaba que aproximadamente un tercio de mujeres trabaja en el campo, sin embargo, hoy en día va en aumento la mano de obra femenina. Hablando con Hilda Zamora, manejadora de cuadrillas de trabajadores en las áreas de Mecca nos comenta que aproximadamente de 50 trabajadores de 20 a 25 son mujeres.


Le pido a Hilda que me describa la jornada laboral y comenta: “Las mujeres salimos a los campos antes de las 5:00 AM, ya con lonche. Si estamos en temporada alta de calor, llevar suficiente agua para resistir temperaturas entre 115 a 120 grados.”


Hilda nos comenta que la edad promedio de mujeres en nuestros campos oscila entre 20 a 50 años. Ella, comenzó desde joven como piscadora y dice: “Recolectar diferentes productos tiene su sabiduría. Necesitas aprender a cuidarte, vistiendo la ropa que te proteja del sol, de los químicos, de espinas y serpientes. Necesitas cuidar tus ojos de las ramas de árboles o de los químicos, cuidar tu cuerpo de las posturas tan cansadas cuando estás sobre tus rodillas, escoger sombreros frescos para asegurarte sombra, y tantas cosas.”


Los ojos de Hilda se han hecho fuertes para enfocar en la amplitud de los surcos sus cuadrillas de trabajadores. Como una nueva maternidad, ella vigila a cada uno, los que se ven más agotados, los que entran o salen de un horario a otro. Le pregunto en qué ve ella que ha cambiado el trabajo del campo para las mujeres. _“Antes casi no había manejadoras, o mujeres en su posición. Ahora también, muchas mujeres operan maquinarias: tractores, máquinas de bandas para sembrar, para cosechar, carros montacargas. Hay más mujeres certificándose y realizando trabajos que antes sólo hacían los varones.


Le pregunto a Hilda cuántos cultivos conoce y cuáles son los trabajos más difíciles para las mujeres. Ella se sonríe y cuenta un poco. _“Conozco por experiencia los procesos de unos 16 cultivos, desde las “camas”, las plantitas babies, todo el proceso hasta cuándo y cómo cosechar. Algunos son muy duros como el Bell Pepper, porque se desarrolla en pleno calor, pero para mí, las cosechas de cítricos son muy sacrificadas, necesitas subir y bajar de escaleras con rapidez, algunos limoneros tienen espinas, necesitas llenar muchas talegas para hacer algo de salario, y aunque uses guantes, tus manos y brazos terminan muy adoloridos.”


Le pido a Hilda alguna reflexión sobre los sueños de las mujeres que trabajan nuestro Valle. Ella se sonríe. _“Las mujeres siempre tenemos sueños porque seguir los frutos de la tierra nos dirige a pensar en nuestras propias metas. El primero es la familia, tú sabes, con el salario del esposo no se alcanza a pagar renta ni el gasto familiar. Últimamente ha escaseado el trabajo y casi no ofrecen “tiempo extra”, de modo que la mujer, aunque reciba en el Valle de Coachella un salario bueno, el costo de vida es tan alto que no logras tanto. Tenemos el sueño de ayudar a los familiares en nuestro país. Soñamos con la escuela y la educación para los hijos. Ganar un salario no es nada más para sobrevivir, también es para compartir con la alegría de la comunidad en los retiros, novenarios y fiestas como Nuestra Señora. Para nosotras, es una gran satisfacción contribuir a las celebraciones.”


Mirar a Hilda, como miembro activo del grupo ministerial del Santuario, luciendo la ropa festiva de las mujeres purépechas, me hace recordar las palabras de César Chávez: “No podemos ser libres, si no podemos liberar a nuestras mujeres”.


Petra Alexander es la Directora de la Oficina de Asuntos Hispanos de la Diócesis de San Bernardino.