por Obispo Alberto Rojas 

 Queridos amigos, paz y bienestar para todos ustedes y sus familias. Como deben saber, desde el momento de nuestro bautismo, pasamos a ser hijos de Dios, y desde entonces, como Cristianos Católicos, todos estamos en una misión divina. Cimentados en nuestra fe, fortalecidos en nuestra esperanza, y guiados y alimentados en nuestra caridad con la Eucaristía, estamos llamados a permanecer en el amor de Cristo, unidos en nuestra diversidad como una sola Iglesia. En el Credo profesamos que creemos en la Iglesia como Una, Santa, Católica y Apostólica. Y de hecho somos una Iglesia extendida por todo el mundo y organizada en miles de Diócesis y comunidades parroquiales, instituciones y congragaciones religiosas, hablando muchos lenguajes y expresándonos a través de muchas culturas, todos formando una sola Iglesia, y creyendo en un solo Señor Jesucristo, una sola fe, un solo bautismo, y un solo Dios y Padre de todos.

 Durante el tiempo de la pandemia nuestras reuniones con familiares y amigos han sido muy limitadas. Muchos de nosotros no pudimos ver a nuestras familias y amigos por miedo a infectarnos o de infectarlos a ellos. Mucha gente sufrió mucho con depresión y desolación, siempre esperando en algo mejor y en el momento en el que pudieran reunirse en persona con los demás otra vez. Por respeto a la vida de los demás, también tuvimos que sacrificar la Misa y otros sacramentos por un tiempo. Pero, como personas creadas a imagen y semejanza de Dios, nuestro Dios que es comunidad en la Trinidad, en una relación de amor perfecta, nos invita a recordar que fuimos creados para vivir en una relación de amor Cristiano con los demás. Mucha gente se refiere a la Iglesia como un edificio. Sin embargo, todos los bautizados somos la Iglesia, pueblo de Dios, formando una sola unidad, y somos llamados a vivir en armonía, amando y respetándonos unos a otros, cumpliendo con la misión que Dios nos ha confiado en su Hijo Cristo Jesús.

 Jesucristo vino al mundo en una forma humana, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, para que nosotros estuviéramos más cerca de Dios y pudiéramos entender un poquito más el misterio de su misión salvadora. El nos hizo parte de ese mismo propósito, para que entendamos cuanto amor nos tiene Dios. El hizo todo lo posible para conectarnos con Dios Padre y con los demás, demostrando su amor por nosotros, no solo a través de sus enseñanzas, sino también haciendo tantas señales milagrosas, mostrándonos el perdón y la misericordia hasta el punto de sacrificar su propia vida en la Cruz. Y esta es la misión a la que estamos llamados para darle seguimiento, uniendo a la gente en el espíritu del amor Cristiano, en la aceptación, la compasión, el respeto y apoyo de unos por otros. Nuestro bautismo es el sacramento que nos ayudó a pertenecer al cuerpo de Cristo que es la Iglesia donde formamos comunidad. 

 Cuando dos o más se reúnen en el nombre de Jesucristo, El prometió estar presente entre nosotros y eso es lo que creemos. En el mundo hay mucho sufrimiento que es creado por la división que existe entre los seres humanos debido al pecado. El diablo ama la división, pero Dios que es todopoderoso y mucho mas fuerte, ama la unidad. El año pasado pude acompañar a los obispos Barnes y Del Riego en la Visita Ad Limina a Roma, y tuvimos la bendición de tener una reunión personal con el Papa Francisco. Mientras conversábamos con el Papa yo le hice una pregunta: ¿Papa Francisco, cual es su miedo mas grande? Y sin titubear nos dijo, “la división.” Y así siguió explicando como la división ha causado tanto daño a las familias cuando hay divorcios, como se destruyen las familias cuando están divididas. El daño es mucho en la Iglesia cuando hay división entre obispos, o entre los sacerdotes, entre congregaciones y grupos religiosos; y en general, cuando hay división entre grupos étnicos y culturas en nuestra sociedad debido a ideologías aberrantes, todas estas cosas son degradantes. Nos dijo, “porque la división viene del diablo, pero la unidad viene de Dios.”  La misión de Cristo es mantenernos unidos en el amor de Dios. Cuando Él nos enseñó la oración del Padre Nuestro no dijo, Padre mío que estás en el Cielo, ¡No! Cristo nos enseñó esa oración diciendo “Padre nuestro,” -unidos en comunidad. 

 La tecnología ha sido una creación maravillosa de la mente humana para ayudar a conectarnos con cualquier persona en cualquier parte del mundo en cuestión de segundos, y estamos agradecidos por eso. Sin embargo, a medida que las distancias se acortan, nuestras debilidades humanas como el odio y el racismo nos dividen y nos alejan mucho más. Incluso en nuestras propias familias, los celulares nos ayudan a conectarnos con personas que están lejos, pero al mismo tiempo también nos desconectamos de los que están a nuestro alrededor. 

Hay un intercambio internacional en cuestión de economías, deportes y entretenimiento; pareciera que siempre estamos realmente unidos, pero ¿nos amamos de verdad? Mucha gente alrededor del mundo vive con miedo y sin esperanza porque las relaciones que existen son egoístas y de interés propio. En estos casos, generalmente no hay confianza ni ayuda mutua de corazón, porque no hay fe en Dios. Millones de personas se mueren de hambre de Dios, y muchas veces ni cuenta se dan; no se han dado cuenta del propósito de su existencia. La esperanza es que un día se despierten en la presencia del amor de Dios, y ahí es donde nuestra misión tiene lugar; si tenemos voluntad, podemos hacerlo realidad.

 Nosotros, la gente bautizada y de fe, estamos en una misión de Dios, y queremos vernos unos a otros a los ojos para expresar compasión sin condenar y sin prejuicios, respetando la dignidad de todo ser humano como personas creadas a la imagen y semejanza de Dios. Estamos llamados a compartir el amor y la luz de Cristo que llevamos en nuestros corazones, y esa es una gran misión, esa es nuestra misión con la ayuda de Dios. No hay necesidad de seguir viviendo en la oscuridad de las tinieblas porque Cristo ya está entre nosotros y en nosotros en este mundo. No olvidemos que fuimos creados para compartir esa energía de amor divino con todos los que están a nuestro alrededor. El mundo nos necesita ahora más que nunca, sobre todo a ustedes jóvenes que son “el ahora de Dios.” Permitámosle a Jesucristo que use nuestros corazones y mentes para bendecir, perdonar, respetar, compartir, amar y permanecer unidos en la paz y la alegría del amor divino; esto es muy posible si así lo queremos todos. En el amor de Cristo, paz y bienestar para todos.