Santa Teresa de Calcuta sabiamente decía “Si quieres cambiar el mundo, ve a casa y ama a tu familia.” Evidentemente, el amor que vivimos en nuestro núcleo familiar tiene la capacidad de cambiar a los esposos, a los hijos, y a la sociedad entera. Quien ha crecido en un ambiente sano se encuentra más predispuesto para transmitir vida y amor a una sociedad enferma.

 

Sin embargo, muchas familias del mundo, y particularmente las familias de nuestras comunidades en este momento de la historia, atraviesan por una crisis de amor que de manera contundente está afectando la continuidad y la salud de la sociedad.

 Las investigaciones dejan claro lo que el sentido común ya nos indica: los niños en Estados Unidos que crecen en un hogar con padres casados tienen más probabilidades de obtener una mejor educación, mejor salud, mejor estado socio económico y éxito en la vida en general en comparación con los hijos criados en un hogar uniparental.

Charles Murray, del American Enterprise Institute y uno de los científicos sociales más influyentes de los Estados Unidos cree que los Estados Unidos se está separando constantemente en un sistema de dos clases, con el matrimonio como la gran línea divisoria entre una clase alta rica, definida por el matrimonio y el logro educativo, y una nueva clase baja, caracterizada por la falta del matrimonio y logros educativos.

 Sin duda la pandemia del COVID-19 ha intensificado la crisis para muchos de nosotros, afectando el ámbito social, económica y personal, incluidos múltiples factores de estrés simultáneos e incertidumbres considerables. Aunque aún todavía no se sabe con certeza hasta qué punto eventos como la pandemia actual afectan a los matrimonios y las familias, se sabe que el amor lo soporta todo (1 Corintios 13).

 Estamos en un momento decisivo para nuestra generación con respeto a la desintegración de la familia. Hay una epidemia de divorcio, un asombroso número de hijos nacidos fuera del matrimonio, y/o un número cada vez mayor de niños que crecen en hogares rotos; la desintegración familiar y el colapso del matrimonio es sin duda el tema determinante de nuestro tiempo.

 El matrimonio fomenta familias estables que permiten a los niños prosperar, apuntalar a las comunidades y ayudar a los miembros de la familia a tener éxito durante los buenos momentos y a capear los malos momentos. Esta época de pandemia ha introducido desafíos para las familias, pero también oportunidades. Aunque el distanciamiento social nos impide convivir con la familia extendida y amigos, esto mismo nos ha obligado a pasar más tiempo en nuestro núcleo familiar. Para muchos, esta tarea ha sido un proceso de aprendizaje y adaptación. No es fácil el trabajar, el estudiar, y el vivir la vida familiar todos juntos, especialmente para aquellos que no estaban acostumbrados.

 No perdamos la esperanza, el Papa Francisco, nos dice en La Alegría del Amor que la gracia del sacramento matrimonial nos ayuda a poder experimentar el Evangelio de la familia que es alegría que llena el corazón y la vida entera. Así que, un punto de partida es la súplica de San Pablo (1 Corintios 1:10), luchemos para vivir en armonía y que no haya divisiones entre nosotros, sino que nos mantengamos unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito dentro de nuestra iglesia doméstica.


   Mario y Paola Martínez son los co-directores de la Oficina de Pastoral Matrimonial y Familiar de la Diócesis de San Bernardino.