Reflexiones

Maria G. CovarrubiasEstimados/as catequistas, ustedes han dicho “sí” para ejercer el ministerio de transmitir la fe a otras generaciones. Estamos al comienzo de este nuevo año catequético dispuestos a difundir la historia de la Buena Nueva de Jesucristo. El escenario son nuestras parroquias, y nuestra audiencia son aquellos que nos han sido confiado para iluminar el entendimiento de quién es Dios. A estas alturas la mayoría de nosotros sabemos a quiénes vamos a catequizar, el área sobre la que estaremos catequizando e incluso el lugar donde tendrá lugar nuestra catequesis. Muchos de nosotros estamos volviendo, esto es familiar porque lo hemos hecho antes, pero, muchos catequistas son nuevos y están comenzando su ministerio catequético con cierta ansiedad e incertidumbre. Mi oración por todos ustedes es que sobre todo, están llenos de entusiasmo y pasión por este ministerio al que Dios los ha llamado.  

La catequesis es un ministerio muy antiguo e importante para la Iglesia. Al catequizar, seguimos la misión de los primeros apóstoles de hacer discípulos. Ustedes, catequistas, están emprendiendo un nuevo paso en su camino de fe donde ustedes mismos crecerán en el entendimiento de la fe y serán transformados. A medida que reflexionen sobre las verdades que van a enseñar, algunas de estas verdades también serán un descubrimiento para ustedes, sean pacientes, Dios tiene algo hermoso y que les dará vida para que ustedes desempaquen este año.  

Maria Antonia Amao  La Iglesia siempre ha interpretado la selección de los “siete hombres de gran reputación” en Hechos de los Apóstoles 6,1-6 como el inicio del origen del diaconado como un ministerio único del servicio cristiano. Los apóstoles nombraron a estos hombres para que asistieran en las necesidades de las viudas de habla griega en la Iglesia antigua de Jerusalén. La institución del orden de los diáconos por los apóstoles nació de una temprana necesidad de servicio en la Iglesia, ya que los apóstoles no podían atender a todas las necesidades. La solución fue en instituir a siete hombres de buena reputación para que los asistieran en el ministerio. A través de la imposición de las manos y la plegaria de ordenación ellos encomendaron a estos hombres el ministerio de servir en la mesa.  

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